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“CUMPLEAÑOS”

En las noches de tormenta se produce inevitablemente el rito de los recuerdos. Me invaden ruidos que me ensordecen y me confunden. Pero que también evocan colores, luces y oscuridades, imágenes y deseos.

Me parece distinguir a través del ventanal un pez dorado saltando sobre las olas del mar. La tempestad arrecia. Cierro los ojos y puedo ver aquellas tardes atravesadas por nuestras miradas que se encontraban, para dejar una huella imborrable.

Te gustaba mi sonrisa y a mí me encantaban los colores de tus pinturas. Que eran rebeldía y pasión.

Estoy cansada. El viento arrasa con la lluvia y su sonido me invade y a la vez, me transporta a la noche de teatro, en la que nos entregamos a la ferocidad poética de Arthur Rimbaud:

Entonces los pequeños, bajo la cortina flotante,

Hablan bajo como se hace en una noche profunda,

Escuchan, atentos, un como lejano murmullo…

Se estremece a menudo la clara voz de oro…

Del timbre matinal, que golpea y golpea todavía

Su estribillo metálico en su esfera de vidrio…”

Fue nuestra noche de amor.

Ahora prendo la lámpara de la pantalla floreada y recuerdo mi propia   imagen, tratando de alejarse para que no me vean llorar, porque el año empezaba a terminar. Pero también nos reíamos.

Y en una cómplice despedida nos prometimos que nos íbamos a  volver encontrar, siempre.  Ya no me acuerdo en que año, ni en qué mes, ni a qué hora. Pero sí me acuerdo que la cita sería en la plaza que tanto nos gustaba.

Ya no llueve. El viento se serenó y el pez dorado ya no salta las olas, porque se quedó para siempre en aquella pintura que, a pesar de mis pedidos, no me quiso regalar.

Ya todo pasó.

Y el vestido negro de la mariposa transparente que a él le gustaba me vistió en esta tormentosa noche de cumpleaños.

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